VIDA SALUDABLE - 22 de octubre de 2021
Cada vez son más los estudios que sostienen la estrecha relación entre nuestras emociones (o más concretamente, la gestión de nuestras emociones) y ciertas patologías y afectaciones gastrointestinales.
Los hallazgos específicos hablan de una interrelación entre una inadecuada gestión emocional y el desarrollo y/o empeoramiento de múltiples alteraciones en el sistema gástrico como gastritis, síndrome del colon irritable o ciertas intolerancias a nivel digestivo.
En concreto, los resultados parecen apuntar a una relación doble en la que las emociones tienen un impacto en nuestro sistema gástrico y, a su vez, el desarrollo de dichas patologías conlleva una serie de cambios en la calidad de vida que afectan al estado anímico, formándose así un círculo vicioso.
Nuestras emociones son la manera principal que tiene nuestro cuerpo de comunicarse, nos ofrecen información básica a la hora de saber qué nos hace bien, qué nos hace mal y en definitiva qué necesitamos.
Con frecuencia y como resultado del aprendizaje social, ante emociones que percibimos como desagradables (tristeza, ira, culpa, etc.), intentamos ignorarlas o reprimirlas, implicando consecuencias dañinas para nuestro bienestar psicológico y físico.
Cuando desatendemos, rechazamos y contenemos nuestras emociones no sólo nos desconectamos de nuestras necesidades y deseos más básicos, sino que deriva en estados emocionales mucho más intensos y duraderos. A su vez, estos estados emocionales implican ciertos cambios a nivel bioquímico que prolongados en el tiempo se traducen en diferentes afectaciones físicas, como es el caso de las afectaciones en la función gastrointestinal.
De hecho, esta compleja relación entre las emociones y la patología intestinal es apoyada por estudios que confirman la presencia de cerca de 100 millones de neuronas en todo el tubo digestivo, desde el esófago hasta el recto, las cuales producen miles de neurotransmisores.
Se trata de un entramado complejo en el que intervienen muchos otros factores biológicos y en el que existen todavía numerosas incógnitas y preguntas por resolver. Sin embargo, lo cierto es que cada vez son más los clínicos que afirman que un tratamiento que integre un abordaje a nivel de síntomas físicos y atienda a la realidad psicológica de la persona ofrece una mejor respuesta en la recuperación.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria