DÉFICIT DE ATENCIÓN - 7 de noviembre de 2025
Cuando nos referimos al TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), comprender las bases y el funcionamiento cerebral de esta condición neurológica nos ayudará a entender mucho mejor las conductas relacionadas y a evitar estigmatizarlas.
El TDAH ha sido asociado frecuentemente a mala conducta. Sin embargo, no se trata de un conjunto de comportamientos, sino que todos estos comportamientos que tienen quienes lo presentan se originan desde un funcionamiento cerebral común.
Se trata de una condición que afecta al desarrollo de las denominadas “funciones ejecutivas”, es decir, aquellas capacidades encargadas de planificar, secuenciar, organizar, controlar los impulsos, regular nuestras emociones y mantener la atención sostenida en el tiempo.
En este artículo, hablaremos de uno de los aspectos menos visibles pero más desafiantes del TDAH: la dificultad en la regulación de las emociones, en especial, de la FRUSTRACIÓN. Es importante que entendamos que esta “dificultad emocional” no se trata de una elección voluntaria del niño/a que pretende retarnos o no respetar nuestros límites, sino que se trata de un síntoma claro de su particular forma de procesar su realidad. Te contamos en detalle:
Hablamos de frustración cuando nos referimos a esa emoción que aparece cuando un deseo o expectativa no puede cumplirse. Se trata de una sensación incómoda que todos/as hemos experimentado alguna vez, pero que los/as niños/as con TDAH la experimentan de una manera especialmente abrumadora.
Los/as niños/as con TDAH experimentan sus emociones de forma más intensa y duradera. El umbral de tolerancia a la frustración es más bajo por lo que es muy frecuente que en situaciones totalmente cotidianas como tener que esperar su turno de palabra, acogerse a unas normas, equivocarse en algún ejercicio escolar o perder a un juego, desemboque en una reacción emocional de mayor intensidad a lo que podríamos esperar.
Dado que esta frustración no puede ser regulada de forma adecuada, suele manifestarse en forma de estallidos, rabietas, gritos, llantos o todo lo contrario, silencio, retirada y aislamiento.
En este artículo queremos hacer énfasis en que estas conductas no tienen nada que ver con “mal comportamiento” o “inmadurez”, sino que estas reacciones desmesuradas son un síntoma de un desbordamiento emocional y una dificultad real para poder regular las sensaciones del momento y poder volver a una situación de calma.
Así, nuestro papel como adultos consiste en ofrecer precisamente desde fuera esas herramientas de gestión emocional que los pequeños no pueden generar por sí mismos. Se trata de lograr entender con paciencia, acompañar y ayudar a volver a calmarse. Sumarnos a su reacción con amenazas, gritos y castigos conseguirá una escalada de la tensión y seremos nosotros los que nos uniremos a su estado de desregulación.
Busca adaptarte a su forma particular de regular sus emociones
Acompaña en la emoción
Enseña habilidades de regulación emocional
Utiliza tu propia emoción para transmitir calma
Observa qué le desborda, qué le calma y actúa desde ahí.
Ayúdales a identificar, nombrar y experimentar qué sienten. Por ejemplo “entiendo que estés frustrado porque te gustaría seguir jugando y ya es hora de cenar”.
La respiración, contar hasta 10, salir de la habituación, caminar, visualizar un lugar seguro o jugar a encontrar olores, colores y texturas son algunas de ellas.
Ofrece al niño lo que él mismo no está consiguiendo acceder. A reducir expectativas, armarse de paciencia, respirar y mantener la calma.
Más allá de las dificultades propias del TDAH, se suma un contexto cultural y educativo que no apoya las diferencias. El hecho de que padres, profesores, amigos esperen de un/a niño/a con TDAH que actúe como uno que no presenta dicho trastorno ejerce una gran presión y agrava la sensación de frustración que pueden sentir las personas con esta condición durante toda su etapa de desarrollo. Los niños/as con TDAH viven constantemente intentando adaptarse a un mundo que no funciona al ritmo ni la manera en la que ellos necesitan.
De esta manera, uno de los grandes retos que presentan los sistemas educativos es poder prepararse para acoger otras formas diferentes de procesar la realidad a las habituales.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria